Las redes sociales nacieron con la promesa de democratizar la información, acercar culturas y dar voz a quienes no la tenían. Pero en pleno 2025, diversos informes, entre ellos un reportaje del periodista Raúl Limón, publicado en el diario El País, advierten que estas plataformas están contribuyendo activamente a la polarización social, la radicalización política y el auge de los conflictos armados y civiles.
Steve Killelea, fundador del Índice de Paz Global (GPI), lo resume con claridad: “Estamos ante la mayor cantidad de conflictos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, y las tecnologías de la información, lejos de apaciguarlos, los intensifican”.
¿Cómo las redes potencian la desinformación?
Un estudio reciente publicado en la revista científica Science Advances por un equipo de la Universidad de Texas, liderado por Arash Amini, confirma un fenómeno preocupante: la espiral del bulo. La lógica de las plataformas digitales, centrada en captar atención a toda costa, empuja incluso a medios tradicionales a replicar contenidos falsos o sensacionalistas para no perder relevancia ni tráfico.
“El negocio de la atención obliga a los medios a utilizar un lenguaje más provocador e incluso a publicar noticias falsas para aumentar la participación de los lectores”, explica Amini.
Este efecto llamada crea una carrera entre medios para atraer clics a costa de la veracidad, debilitando la confianza pública en la información y erosionando los pilares del debate democrático.
El dividendo del mentiroso: cuando el daño ya está hecho
Uno de los datos más alarmantes del estudio es que la mentira se propaga más rápido que la verdad. Incluso cuando los bulos son desmentidos, ya han circulado lo suficiente como para generar un impacto social o político irreparable. Esto se conoce como el dividendo del mentiroso, un fenómeno que socava la credibilidad institucional y agudiza la polarización.
El informe señala también la influencia directa de estas dinámicas en procesos electorales, la radicalización ideológica e incluso en el reclutamiento por parte de grupos extremistas. El GPI ya había alertado en ediciones anteriores sobre este vínculo, pero este año la preocupación ha alcanzado un nuevo nivel.
La paradoja de la conectividad: más tecnología, menos paz
El Índice de Paz Global destaca una paradoja evidente:
- Nunca antes habíamos tenido un acceso tan amplio y rápido a la información.
- Y, sin embargo, vivimos en una era de desinformación sin precedentes.
Killelea atribuye parte del problema a los algoritmos de las redes sociales, que amplifican el contenido que genera emociones fuertes —como el miedo o la indignación— porque ese tipo de contenido retiene más tiempo al usuario. Esta lógica comercial crea una burbuja de contenidos personalizados que refuerzan creencias preexistentes, lo que contribuye a la radicalización y al aislamiento ideológico.
A ello se suma el sesgo de confirmación del propio usuario, que tiende a consumir solo aquellas informaciones que validan su sistema de valores, incluso si están sesgadas o manipuladas.
¿Quién es el culpable?
Ni el equipo investigador de la Universidad de Texas ni el GPI señalan a culpables directos. Ambos coinciden en que la distorsión informativa no siempre es resultado de una mala intención, sino del funcionamiento estructural de las plataformas y de las dinámicas económicas que las sustentan.
“No podemos etiquetar como maliciosas a las fuentes que usan desinformación como estrategia. En muchos casos, estas decisiones surgen de interacciones repetidas con los algoritmos, lo que genera una espiral inevitable”, explican los autores del estudio.
Propuestas para frenar la espiral de desinformación
Tanto el informe del GPI como el estudio de Science Advances proponen medidas para revertir esta tendencia:
- Regular el ecosistema digital con normas claras que limiten la viralización de contenidos falsos o incendiarios, sin comprometer la libertad de expresión.
- Fomentar la alfabetización mediática, especialmente entre jóvenes y usuarios vulnerables, para fortalecer la capacidad crítica frente a las fake news.
- Impulsar medios independientes y sostenibles, que puedan competir sin tener que recurrir a tácticas sensacionalistas.
Killelea subraya que sin un marco legal efectivo, es poco probable que las grandes plataformas digitales asuman un papel de autorregulación real.
Conclusión
El papel de las redes sociales en el mundo actual va mucho más allá del entretenimiento o la comunicación instantánea. Su impacto en la estabilidad global es ya un hecho medible y alarmante. Como advierte el Índice de Paz Global, “la información libre y precisa es esencial para la paz; su manipulación, en cambio, puede ser el detonante de conflictos”.