En los largos días de verano, las discusiones entre hermanos se vuelven más frecuentes. La convivencia intensiva, la falta de estructura y el aburrimiento suelen disparar los conflictos. Gema Lendoiro lo explica detalladamente en un artículo publicado en El País, donde recoge la opinión de expertas en salud mental y educación emocional infantil.
Según Carmen Durán, psicóloga y experta en adolescencia, las peleas entre hermanos son un comportamiento evolutivamente normal. Forman parte de su desarrollo personal y emocional, y representan una vía para construir identidad individual. Lo importante no es evitar que discutan, sino enseñarles a gestionar el conflicto.
Las razones más comunes de disputa incluyen tareas del hogar, uso de objetos compartidos o simplemente la necesidad de llamar la atención de los padres. Detrás de todo ello, suele esconderse una baja tolerancia al aburrimiento y a la frustración, tanto en niños como en adultos.
Consejos para gestionar las peleas entre hermanos en verano
Lourdes García Murillo, psiquiatra en el centro Tranquilamente, propone algunas pautas prácticas:
- Validar sus emociones sin justificar el mal comportamiento.
“Puedo entender tu enfado, pero no está bien empujar.”
- Evitar etiquetas como “siempre molestas” o comparaciones con otros hermanos.
En lugar de juzgar, describe lo que ocurre: “Cuando gritas tanto, me cuesta entenderte”.
- Fomentar que resuelvan sus conflictos por sí solos.
Si es necesario, aplicar un tiempo fuera y luego ayudarles a reflexionar: “¿Qué podríais hacer diferente la próxima vez?”
- Aceptar que no siempre podemos mantener la calma.
La crianza no exige perfección, sino presencia, escucha y voluntad de mejora constante.
Las peleas también enseñan
Los conflictos entre hermanos no deben verse como un fracaso familiar. Al contrario, son una oportunidad para aprender a gestionar emociones, negociar y respetar al otro. Lo fundamental no es evitarlas por completo, sino convertirlas en momentos de aprendizaje emocional.
Como concluye García Murillo: “Educar no es impedir el error, sino ayudar a crecer desde él”.
Conclusión
Los conflictos entre hermanos no deben verse como un fallo educativo ni como algo que deba erradicarse. Son, en realidad, una oportunidad para aprender a poner límites, comunicar necesidades y desarrollar empatía. Lo importante es acompañar esos momentos con serenidad, evitar favoritismos y mostrar con el ejemplo cómo se gestiona una diferencia.
Educar no es evitar errores, sino enseñar a crecer desde ellos. Y en los veranos largos y caóticos, esa enseñanza puede marcar una diferencia duradera en el vínculo entre hermanos… y en la salud emocional de toda la familia.